Rene, Hijx de papi (y mami)



Mi mamá sigue en un descenso de preocupaciones que están a punto de volverme locx. Está rebipolar. Está convertida en un verdadero fastidio y a los cinco minutos es una persona dulce. Para ella, hasta mi tono de voz es distinto y estoy jugando a sacarle la piedra. No soporto verla llorar, me hace sentir mal y hasta me hace pensar en volver a esconder al camaleón.
A todas estas, ahí está mi papá. Un pequeño cambio como cortarme el pelo sirvió para que se acercara a mí. Con J y el profe, fue la única persona que sonrío al verme, como si le gustara lo que veía. Lo hubiera pensado de cualquier ser sobre este planeta, menos de él. Es como encontrarse un billete perdido: la felicidad te sonríe sin que la hubieras buscado, una de las mejores sensaciones del mundo. De un momento a otro volvimos a ser amigos. Hablábamos más que de costumbre y hasta íbamos a la tienda cada vez que la cantaleta de mi mamá se volvía insoportable.
No me atrevía a decirle nada sobre lo que pienso y siento. Me daba miedo que ese pequeño estado de felicidad con él se pierda si se enterara de que me corté el pelo por algo más que un “cambio de look” a lo Katy Perry. Es más, no creo que le lleve la pista a los cambios de pelo de Perry (y, por su bien, es mejor que no lo sepa nunca XD).
Pero todo cambió…
La semana pasada llegué del colegio, cansadx de todo y de nada. Puse una baladita y me empecé a cambiar cuando noté que había un paquete sobre mi cama. Era un regalo in-cre-íble. Una colonia fina, desodorante, gel de cabello, shampoo y crema corporal. La nota que venía con el paquete me dejó aún más locx: “básicos que todo hombre debe tener”. Estaba entre la felicidad de creer que era mío o que se tratara de una equivocación. “Mi no saber”. Ajk. Qué demonios, no pude resistir las ganas de destapar la colonia. Olía divino. Olía a todo lo que yo quería oler en la vida. Si el alma tuviera un olor, el de la mía sería ese. En mi momento de felicidad, empecé a disparar la colonia en el aire sobre mi cabeza y a bailar entre esas cortinas de olor. Y ahí estaba en la puerta mi papá, que casi me mata del susto, pero en lugar de regañarme me abrazó inmensamente y me dijo que todo eso del paquete era un regalo para mí.
Nunca había sido tan feliz.
Sin venir a cuento, también me regaló una cartuchera de la Rana René. Con eso me recordó algo que nos unía hace muchos años, muchos muchos. Le quitaba una letra a mi nombre: René, así me decía cuando era una niñx de cinco años y era su ranitx. René. Pero ahora soy un sapo para todos…Menos para él.

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